Tus intensos ojos verdes, tu olor a colonia de bebé, tus gestos
mudos, tu tremenda hiperactividad, el sabor de tu comida, tus sabios consejos
(que no siempre seguía), tus besos antes de acostar, nuestra hora del
"café", tus días sin descanso, nuestros almuerzos en familia, tu
poder para saber dónde estaba todo, saber siempre lo que decir, tus
advertencias sin imposición y el posterior "te lo dije" (que tanto
odiaba), el olor a suavizante de tu ropa, el recogerme si me caía, curarme las
heridas y animarme a volverlo a intentar, el aroma a pan tostado y café recién
hecho de tus desayunos, tus 19 horas al día sin parar de trabajar, la
inexistencia de momentos para ti, tu belleza sin aditivos, tu apoyo
incondicional, tus lágrimas de risa y tu tremenda capacidad de dar sin
esperar... Esto solo es una pequeña muestra de los recuerdos que tengo de mi
vida contigo, esto es lo que se viene a mi mente cuando pienso en ti, mi
querida mamá.
Salvo un par de
excursiones en el colegio la primera vez que nos separamos durante unos
días fue cuando me fui a la universidad. A pesar de volver todos los viernes a
casa, cada domingo recuerdo el nudo en el estómago al darte un beso de
despedida y como mis ojos se humedecían cuando el tren partía y dejaba atrás
vuestras figuras que se terminaban perdiendo en la lejanía. Así estuvimos 5
años y aunque mis días de universidad, viviendo en la preciosa Sevilla fueron
días maravillosos, esa sensación me acompañó durante todos esos años cada
domingo cuando me iba.
Tras esta etapa
supe que Madrid era mi destino. Recuerdo tus palabras "Madrid está muy
lejos, no es como Sevilla" y mi réplica "Mamá, está aquí al
lado". Querida mamá, me ha costado, pero hoy, más de 10 años después,
tengo que reconocerte que Madrid está lejos.
Me encantaría ir a
comer a tu casa (la que siempre será mi casa), cada día a la salida del
trabajo, disfrutar de tu comida y por supuesto de tu compañía y la de papá, que
fuésemos juntas a buscar a los niños al colegio y luego tomarnos nuestro café
(en mi caso té, ya sabes). Desearía que tú y papá pudieseis disfrutar de
vuestros nietos, verles crecer, evolucionar, reíros con sus ocurrencias y
compartir el día a día con ellos. Ojalá mis frutitos pudiesen disfrutar más de
sus abuelos, a los que adoran.
Me gustaría poderte
escribir un WhatsApp o hacerte una llamada cualquier día y decirte nos vemos en
una hora. Muchas veces necesitaría un abrazo reconfortante de los tuyos y que
tus preciosos ojos me miraran y sin pronunciar palabras me dieran el aliento
que necesito. Mamá, hoy, más de una década después de ese día, te lo reconozco,
te reconozco que estamos demasiado lejos.
Cada vez bajamos
con menos frecuencia, ya somos 4, el tren es una pasta y bajar en coche para 2
días no merece la pena, pues nos lo pasamos metidos en el coche y además a esto
le tenemos que unir que el Melocotón tiene partidos de fútbol muchos fines de
semana.
Te echo de menos
mamá y me da una pena tremenda no poder compartir más tiempo contigo y que os estéis
perdiendo a vuestros nietos. Ahora entiendo esas palabras, hoy entiendo que
tenías razón, lo reconozco, estamos demasiado lejos para poder disfrutarnos
como me gustaría hacerlo.
Te quiero
muchísimo mi querida mamá.