Jornada reducida, a debate


Durante el embarazo de mi frutito no contemplaba la idea de cogerme jornada reducida, pues soy una apasionada de mi trabajo, y por aquel entonces vivía por y para él. En cambio una vez que lo tuve en mis brazos cambié de idea, no quería perderme ni un minuto de su vida.

Cuando mi frutito cumplió un mes, lo tenía completamente claro, iba a solicitar la jornada reducida y no lo podía dejar pasar ni un día más. Así que cogí a mi bebé fuimos a mi agencia con la excusa de que todos mis compañeros lo conociesen, y ya de paso notifiqué mi deseo de coger jornada reducida. Obviamente mis jefes no dieron palmas, pero no tuvieron más remedio que aceptar mi decisión pues es un derecho que todas las mamás tenemos. 

Cuando mi frutito cumplió 4 meses llegó el duro momento de la separación. Por una parte me apetecía volver a la vida, relacionarme con adultos y retomar mi trabajo que siempre me ha gustado mucho, pero por otra parte tenía un nudo enorme en mi estómago por perderme las mañanas de mi frutito.

Mi vuelta al trabajo no fue tal y como esperaba, pues pasé de llevar cuentas importantes a estar relegada a los trabajos “de segunda”. Aunque al principio me costó adaptarme a mi nueva situación, pronto tuve claro que me compensaba. Llegar a casa al mediodía y ver como mi frutito me buscaba con sus enormes ojos y poder disfrutarnos uno al otro durante toda la tarde lo compensaba todo.


Aunque al principio no comprendía la postura de mi agencia con el paso del tiempo he entendido que hay determinados clientes y trabajos que nos requieren a jornada completa y como conclusión he aprendido a adaptarme a mi nuevo papel y a disfrutar con las cuentas "de segunda" que a veces son más gratificantes que las grandes.  

Yo he decidido priorizar a mis frutit@s, trabajar solo por la mañana y poderlos disfrutar toda la tarde. Estoy feliz porque no me he perdido y sigo sin perderme nada de ellos: sus gateos, sus primeros pasos, sus primeras palabras, el primer gol de mi frutito en el entrenamiento de fútbol... tengo la suerte de poder permitirme compartir muchos momentos con ellos. Gracias también, por supuesto a "él", que trabaja 9 horas al día para que, entre otras cosas, yo pueda darme el lujo de recogerlos del colegio y compartir con ellos todas nuestras tardes.

Ahora bien, aquí viene el debate: Desde mi punto de vista, nos venden esa idea de "conciliación familiar", de que puedes seguir manteniendo tu trabajo y dedicarte a tus hijos. De acuerdo, puedes compatibilizar ambas cosas, pero la realidad es que, en la mayoría de los casos, por lo menos en mi sector, no solo pierdes las posibilidades de ascender (cosa que tenemos más o menos clara todas las que decidimos apostar por la jornada reducida) sino que en determinado modo, aunque sigas estando en la misma categoría literalmente hablando, en la práctica desciendes, te relegan a los que consideran trabajos "de segunda". ¿Qué opináis vosotr@s? ¿Alguna ha vivido una experiencia similar a la mía?