Mamá, yo también quiero leer



Que soy una apasionada de la lectura no es nada nuevo, mi madre me cuenta que antes de saber leer cogía sus libros y hacia como que leía inventando las historias, justamente lo que hoy, treinta y tantos años después, hace mi frutita. ¡Curioso ciclo de la vida!
Soy de la opinión de que el amor a la lectura nunca se puede dar a través de una imposición. Lo impuesto casi nunca nos resulta placentero, o al menos no tanto como aquello que hacemos porque nos apetece sin que sea una obligación.
Los niños funcionan por imitación, y la mejor forma de transmitir a nuestros hijos valores, aficiones, comportamientos… es predicando con el ejemplo. Así pues, y en el caso que nos ocupa, si un niño crece en un hogar rodeado de libros y los miembros de su familia leen asiduamente, éste termina incorporando el hábito de la lectura a su vida, como algo normal y algo bonito.

Durante mis embarazos leía, en muchas ocasiones, en voz alta, no sé si ellos ahí dentro me oirían, pero siempre he querido pensar que sí, que ese momento les servía para escucharme, tranquilizarse y familiarizarme con mi voz. Cuando nacieron seguía leyendo, de vez en cuando, alguna página en voz alta para continuar con ese hábito que habíamos adquirido durante el embarazo. A medida que mis frutitos fueron creciendo, continué dedicando algún tiempo a leerles en voz alta, pero ya no mis libros sino algún cuento infantil. Luego les empecé a leer antes de acostarse y ahora muchas noches es mi frutito el que le lee a su hermana.

Jamás he dicho a mi hijo y nunca le diré ni a él ni a mi hija que tiene que leer o que es hora de leer, yo quiero que para ellos leer sea un juego, un placer, tiempo de ocio. Después de llegar del cole, del parque o de sus extraescolares, ellos saben que tienen unas “obligaciones” que son lavarse las manos, quitarse el uniforme, ponerse ropa de casa y hacer los deberes durante media hora como máximo (en el caso de mi frutita colorear o hacer un dibujo libre). Luego pueden hacer lo que les apetezca hasta la hora del baño, los días que tenemos extraescolares ese tiempo se reduce a unos escasos 20 minutos, pero que ellos necesitan y disfrutan.

En su tiempo de ocio, no les prohíbo nada, sé que hay mamás que no permiten a sus hijos ver dibujos animados los días entre semana, no es mi caso, si ellos quieren ver dibujos en la tele es su tiempo y pueden hacerlo. Soy de la opinión de que las prohibiciones sólo hacen acrecentar el deseo por lo prohibido. Curiosamente no deciden pasar su “tiempo de ocio” viendo la tele casi nunca, o al menos no todo el tiempo, optan por otras actividades, como jugar a las muñecas o hacer puzles ella y él jugar al baloncesto en la mini-canasta de su cuarto o revisar sus cromos de fútbol. Otras veces mi frutito decide coger un cuento y leerlo para él o leérselo a su hermana, a ella le encanta y a él también. A veces es ella quién coge un libro y le dice a su hermano que hoy lee el cuento ella (acaba de cumplir 3 años y sólo reconoce la a, pero eso no le impide leer inventando historias a través de lo que recuerda de escuchar a su hermano o a mi cuando se lo contamos a ella).

Me gusta que para ellos leer sea un hobby, que decidan coger libros en su tiempo “libre” y esto lo hacen porque jamás se lo hemos impuesto y porque ellos en ese tiempo (que también aprovecho para que sea mi tiempo “libre”) muchas veces me ven leer, además de en otras muchas ocasiones durante el fin de semana, o en las vacaciones.

Resumiendo, yo pienso que la mejor manera de fomentar que tu hijo lea es que crezcan con libros a su alrededor, que vean a sus padres y a sus hermanos mayores disfrutando mientras leen, que en su hogar los libros ocupen un lugar importante y no sean esos objetos inertes que adornan las estanterías.