Bien, pues como os iba contando, estaba
deseando que llegara este momento para compartir con vosotros mi sueño de
anoche (tengo que decir que no sois los primeros, ya se lo he contado a “él”, a
mi madre por teléfono y a casi todos mis compañeros de trabajo porque estoy
alucinando). La verdad es que no suelo recordar lo que sueño, por lo tanto esto
hace que sea aún más llamativo acordarme de este sueño con tanta nitidez. ¡Un
experto en sueño por favor!
“Estaba en mi trabajo y de repente llegó
un hada, sí, sí un hada con sus alas, su varita y todo, pequeñita y con el pelo
azul. Me preguntó si quería viajar al futuro, ir con ella a mi mundo de dentro
de 20 años. En mi sueño rápidamente le dije que sí, cosa que me extrañó porque
fuera del mundo onírico soy bastante vividora del presente y no tengo ningún
tipo de interés de adelantarme a lo que pasará dentro de X años. Soy de las que
me niego a vivir un presente basado en conseguir un determinado futuro, por
ello mi interés hacia éste es nulo. Sin embargo, en el sueño no lo dudé y
afirmé al escuchar su propuesta.
La pequeña hada agitó su varita sobre mi
cabeza y me dijo que no me preocupara por irme de la oficina así, nadie se
daría cuenta. En el momento que saliéramos el mundo se congelaría en el tiempo.
Me agarró de la mano y antes de que nos diésemos cuenta estábamos volando por
el maravilloso cielo azul de esta inmensa ciudad, que desde arriba se veía aún
más bonita. La sensación de libertad era mayúscula.
Luego entramos en una especie de agujero
enorme que se abría entre las nubes y aparecimos en otro lugar, una especie de
granja en medio de la nada. La decepción fue enorme, no era mi pueblo donde
estaba convencida que acabaría mis días, pues mi deseo es irme con “él” allí
cuando nos jubilemos. No era el pueblo
en el que crecí, en el que pasé mi infancia, y del que me despedí a los 18 años
para ir a la universidad y tras ella ya no volví pues a los 23 me vine a aquí a
otra ciudad a 600 km de distancia. Por supuesto, cuando digo “no volví” me
refiero a vivir allí, de visita todo lo que puedo y más. Por mí y sobre todo
por mis frutit@s que disfrutan infinito allí con sus “queridos abuelos”.
Bueno, pues como os iba contando, la
tristeza me embargó, no entendía que hacía allí mi yo del futuro, en una granja
en medio de la nada… ¡Con lo urbanita que yo soy! Y porque no estaba en mi
pueblo, en esa casa maravillosa con vistas al mar, respirando aire puro y
disfrutando de ese olor tan mágico. Miré al hada desconcertada, ella me
miró con una enorme sonrisa y me dijo “Te presento tu casa del futuro, esta
preciosa granja en lo alto de una montaña alejada del ruido y del bullicio de
la ciudad” Sentí un nudo enorme en el estómago, no me salían las palabras… ¿Yo
en una granja lejos de las tiendas y de la vida en la ciudad? ¡Si a mí eso me
encanta! ¿Y en una montaña? Si yo soy de playa, nací allí.
Totalmente convencida miré a esa diminuta
mujercita con alas y le dije “Hada, te has equivocado, me has traído a la vida
de otra. ¡Esta no puede ser mi vida!” El hada volvió a sonreírme, me agarró de
la mano y entramos en la granja.
Allí estaba mi yo del futuro, sentada en
una silla en una terraza al sol, rodeada de flores preciosas. Eso me gustó, yo
estaba bastante bien, los años no me habían maltratado mucho y lo mejor de todo
¡Volvía a tener tiempo para sentarme tranquila a leer!
Cerca estaba “él” cuidando su jardín,
quitando hojas feas del millón de plantas que nos rodeaban. Estaba más mayor,
ya con el pelo totalmente cano, pero tan atractivo como siempre. Se le veía
feliz. De no sé dónde, llegó un niño de enormes ojos pardos y unos 3 añitos, me
recordaba a mi frutito de pequeño. Corrió hacia mi “yo del futuro” gritando
“abuela” y me abrazó con fuerza. Sin poder evitarlo me empezaron a caer
lágrimas de los ojos…
De repente aparecí en mi habitación, con
los ojos llorosos, “él” estaba a mi lado. Volvía a ser el “él” de “casi 40”
y no 70. Miré el reloj de mi mesilla y aún eran las 5 de la mañana. Cerré los
ojos con fuerza. Quería volver a mi sueño, a mi futuro, quería ver a mis
frutit@s, quería ver que eran felices. Quería saber de quién era ese niño, si
tenía más nietos… Deseaba con todas mis ganas volverme a dormir, duérmete,
duérmete me repetía…
Me dormí, sí, porque lo siguiente que
recuerdo es el despertador sonando a las 7 de la mañana. Pero no volví al
mismo sueño… Así que me quedan 30 años por delante para saber qué pasará, si
viviré en esa granja en medio de una montaña o en cambio estaré en esa casa con
vistas al mar en el pueblo que me vio crecer. Mientras tanto, voy a disfrutar
de todas y cada una de las cosas que me regala la vida, empezando por mis dos
frutit@s, el mayor regalo de todos.