Aquellas maravillosas tardes engachadas al fijo


Ahora con el whatsapp se han perdido las llamadas. Y digo yo… pero qué cosa tan tonta pasarnos 20 minutos de reloj escribiéndote con tu amiga en vez de coger y llamarla (encima de que las llamadas ahora son gratis).
En vez de tocar el telefonito y ponerte el teléfono en la oreja y escuchar a tu amiga hablar y reír, echarte unas risas con ella (pero de las de verdad, no esas de los emojis) nosotras ahí estamos 20 minutos haciendo ejercicio con los pulgares (yo creo que es una forma de convencernos a nosotras mismas que ejercitamos una parte de nuestro cuerpo).

Lo peor de todo es lo subjetivo que es el tono que una cree que le está poniendo la otra, porque a ver yo puedo estar en modo ironía con una sonrisita en la cara y usando ese tonillo de sarcasmo-bromita y la otra puede estar leyéndote y pensando que se lo estás diciendo en un tono serio… y ya claro la armamos.

Luego está el querer contarle todo lo que tienes en la cabeza pero claro tampoco explayándote mucho, que escribir tiene su aquel, entonces al final de lo que le quieres contar a lo que le escribes un abismo.

Cuánto daño nos ha hecho el whatsapp, qué añoranza aquellas tardes cuando terminabas de comer y te enganchabas al fijo en el salón de casa, con tu madre en el sofá viendo la telenovela (este dato es importantísimo), para hablar con tu amiga (con la que por cierto te habías pasado toda la mañana) de todo, hasta de ese chico que te volvía loca, con tu madre ahí pegada dándole más volumen a la tele para oír a Carlos Fernando, el mejor cirujano del mundo mundial y el más prestigioso del universo decirle a Diamante Rosita lo que la amaba. Qué maravillosas conversaciones, que por nosotras se habrían alargado durante horas, pero a la media hora ya tenías a tu madre haciendo gestitos para que colgaras (pensando en la factura que le iba a  venir) cada vez más alterada, haciendo más aspavientos, fingiendo tos para llamar tu atención y que miraras para hacerte ya descoyuntándose el movimiento de colgar… aaaaiiiinnnnsss qué bonitos recuerdos y qué pena haber perdido esto, también.

Mis frutit@s ni siquiera han llegado a conocer el teléfono fijo de cable, ahora eso sí con sus 5 y 2 años, respectivamente, son unos auténticos expertos en el manejo del móvil.