Si
habéis venido aquí buscando datos científicos, este no es el post que estáis
buscando. Aquí os voy a exponer las conclusiones que yo saco de mis propias vivencias.
Los 8 errores que nosotros, como pareja, cometimos y que deterioraron nuestra
relación. Por suerte reaccionamos a tiempo y hemos subsanado parte de estos
errores y a día de hoy puedo decir que nuestra relación de pareja ha
sobrevivido a los primeros años de nuestros hijos.
Con la
llegada de nuestro frutito todo empezó a girar en torno a él. Dejamos de lado
nuestra relación de pareja y ambos nos volcamos en nuestro hijo. Esto yo creo
que es instintivo y en los primeros momentos pienso que es un patrón muy
habitual en la mayoría de las parejas. Como bien sabéis, los primeros meses
tras la llegada de tu bebé son complicados, porque por mucho que hayas leído,
por mucho que te hayan contado… cuando lo vives es otra historia y como en todo
se necesita un periodo de adaptación. A esto además le tenemos que unir
nuestras dudas y temores de papás primerizos que no hacen sino complicar más
todo este momento.
En mi
caso particular, como ya os he contado en el post “Amamantar por placer y no por obligación” tuve una lactancia bastante complicada, al principio, y mis 2-3
primeras semanas fueron “durillas”. Tenemos que tener también en cuenta el
baile hormonal al que nos vemos sometidas en este momento y las presiones
externas que te llegan porque todo el mundo opina de todo, tu madre, su madre,
tu tía, su tía, su prima, tu amiga, tu vecina… y claro depende de donde venga “el
consejo” lo defiendes o todo lo contrario y él hace lo propio. Entonces ya esto
se convierte en insostenible por momentos.
Por
suerte, esto en concreto es un momento muy puntual, muy al comienzo de la
llegada de tu bebé a casa, ese momento en el que salís de casa siendo 2 y
volvéis siendo 3 y os tenéis que adaptar a esa situación (os hablé un poquito
de este momento en “Yo también he sido mamá primeriza”) Recuerdo que una amiga
que fue mamá antes que yo, me dijo que si superábamos juntos el primer mes de
vida de nuestro hijo, lo superaríamos todo.
Al año y
poco llegó mi Melocotón y pude comprobar por mí misma que ese primer mes es
complicado, pero creo que el verdadero problema viene después, una vez que pasa
ese primer mes o dos meses de “rigor”, de locura, de adaptación que creo que es
difícil para cualquier pareja, porque supone un cambio importante. Desde mi
punto de vista y siempre desde mi propia experiencia, pues no soy terapeuta de pareja,
el punto de inflexión para coger las riendas de tu relación e impedir su
deterioro, llega en este momento. Nosotros no lo hicimos, nos dejamos arrastrar
por las circunstancias y cuando llegó Manzanita todo siguió igual permitimos
que nuestro papel de padres prevaleciese por encima de nuestro papel de pareja,
en vez de intentar compaginar equitativamente ambos papeles.
Los 8 errores
garrafales, que poco a poco fueron durmiendo nuestra relación de pareja fueron
estos:
1) No movíamos un dedo en pro de nuestra relación de pareja.
Todos nuestros esfuerzos y todo nuestro tiempo iban destinados a nuestros
hijos, nuestro mundo giraba en torno a ellos y no dedicábamos tiempo ni
esfuerzo a nuestra relación de pareja.
2) Nuestra vida sexual se volvió menos activa. Nuestras
relaciones sexuales se espaciaron en el tiempo y no las manteníamos con la misma
frecuencia que antes de tener a nuestros frutitos. Se redujeron a los sábados, una
única vez a la semana y encima “programado” lo que lo convierte en algo
rutinario y esto me horrorizaba.
3) Discutíamos por todo. Llegamos a un punto en el que
cualquier “tontería” era motivo de discusión y lo peor de todo es que ninguno
de los dos cedía. En estos momentos no mostrábamos ninguna empatía el uno con
el otro, y no nos preocupábamos por escuchar o entender al otro sino que nos manteníamos
en nuestra posición, sin ningún interés de buscar una solución juntos.
4) No hacíamos casi ningún plan de los dos juntos sin los niños. No
nos íbamos nunca de escapada los dos solos. Apenas salíamos a comer o cenar sin
ellos, y si alguna vez aislada lo hacíamos, como no teníamos costumbre, solo hablábamos
de ellos, pendiente del reloj y sin disfrutarlo.
5) Criticábamos una actitud, un comportamiento o alguna cosa
en general que el otro hacía o decía a los frutitos. Aunque he de confesar que esto
no lo hemos hecho nunca delante de ellos, para no llevarles a confusión y que
les llegue una cosa distinta por parte de papá y otra por parte de mamá. Cuando
ellos no estaban, éramos muy tendentes a hacernos estas críticas, sin ser
constructivas, sin intención de sentarnos a hablar de otra opción alternativa a
eso. Es decir, criticar por criticar sin intentar llegar a nada con esa
crítica.
6) Echarnos en cara que uno hace más “tareas” con los niños
que el otro. A menudo estábamos con el yo he hecho la cena, tú tienes que
bañarles, yo les bañé ayer, tú bañas al Melocotón, yo baño a la Manzanita… Normalmente
esto acababa en caras largas y algo que podíamos disfrutar en familia lo
convertíamos en una guerra.
7) Apenas hablábamos los dos solos y nuestras conversaciones
eran monotemáticas, hablábamos solo y exclusivamente de los niños y de temas en
torno a ellos. No nos interesábamos por nuestros trabajos o cualquier tema
personal del otro que no implicase a los frutitos.
8) Nos dejamos de arreglar, de “ponernos guapos” el uno para el otro.
Cuando la única persona que nos iba a ver ese día éramos nosotros mismos el
esfuerzo por vernos bien desaparecía. En mi caso solo me arreglaba y hacía por
verme más mona cuando iba a trabajar o quedaba con amigas, o salíamos a comer o
cenar fuera con alguien. Esa necesidad de verte bien para que tu pareja te vea
bien, para nosotros desapareció. Nos arreglábamos para el mundo, no para
nosotros. He hablado con mis amigas de esto mil veces y muchas de ellas me
dicen que este punto es “muy machista” y que no implica que quieras más a tu
pareja por “arreglarte”. Estoy completamente de acuerdo con ellas y
evidentemente no, no es necesario que estés de punta en blanco en casa, ni
cuando te vas a la cama, ni cuando te levantas… etc… Yo con este punto a lo que
refiero es a la “necesidad” de querer seguir atrayendo a la otra persona. Va
mucho más allá del gesto de ponerte colorete en la mejilla o que él se afeite o
se recorte la barba, va al hecho de querer seguir atrayendo a tu pareja.
Lógicamente tras leer todos
nuestros errores, comprenderéis que por ese camino nuestra relación no
podía seguir viva, pues la estábamos matando poco a poco. Hoy puedo decir que
hace más de un año que nos dimos cuenta de que esto se nos escapaba, de que así
no llegábamos a ningún sitio y pusimos solución a ello. Hoy por hoy nuestra
relación está más sólida, fuerte y viva que nunca. Próximamente escribiré un
post con todas las acciones que llevamos a cabo para salvar nuestra relación de
caer en un sueño profundo. Acciones que mantenemos en el tiempo y espero que nos
acompañen siempre.