Antes de anoche fui a acompañar, como cada noche, a la Manzanita a su cama y al darle el beso de buenas noches me agarró muy fuerte y me dijo "Mamá no quiero que seas una abuelita", entonces me quedé extrañada y le pregunté el motivo de esa frase. En ese momento me miró con cara triste y algunas lágrimas tímidas empezaron a salir de sus ojitos y a recorrer sus mejillas.
Me tumbé a su lado, le acaricié el pelo y le dije que no llorara que mamá no era todavía una abuelita, que algún día esperaba serlo, pero aún no. Ella me volvió a mirar y me dijo "Quiero que seas siempre así como eres ahora, tan guapa y con el pelo largo, no quiero que seas una abuelita". Le expliqué que yo me convertiría en una abuelita cuando ella fuese tan mayor como yo lo era ahora. Pero ella con sus 3 años, arrastrada por algo que desconocía, no lograba entender esto, "No mamá no quiero que seas una abuelita" me repetía entre sollozos.
"¿Tú siempre quieres ser una niña?" le pregunté. En un primer momento me dijo que sí, entonces le dije "Si eres siempre una niña, nunca te podrás pintar los labios, ni las uñas, ni ponerte zapatos de tacón", a lo que ella rápidamente contestó "Sí quiero ser mayor como tú, pero no una abuelita y tampoco quiero que lo seas tú".
Le expliqué entonces, que cuando ella nació yo tenía 31 años, que siempre voy a tener 31 años más que ella, igual que el Melocotón tenía 3 y siempre tendrá 3 años más que ella, y que a medida que pasa el tiempo vamos cumpliendo años, todos. Me decía que sí, con la voz entrecortada por las lágrimas pero volvía a insistir en su idea "Ya lo sé, todos cumplimos un año más y yo quiero que cumplas años pero que no cambies tu cara por la de una abuelita". Con esto no pude evitar reírme, mi pequeña no quería verme envejecer, le da pena dentro de sus inocentes 3 años que mamá se haga mayor.
Fue entonces cuando el frutipapá que había entrado en la habitación a darle un beso y se había quedado en la puerta escuchando todo, se acercó y le dijo "Mamá siempre será joven si tú la miras así". De repente paró de llorar y se quedó mirando fijamente a su padre "¿Entonces si yo quiero que sea siempre como es ahora solo tengo que mirarla con ojos de verla así y se quedará siempre así?" su padre le sonrío y le dijo "Así es, cada uno tiene el poder de ver al otro como quiera, pues la verdadera belleza y la juventud eterna está en el interior de quién mira, por lo que le provoca esa persona a la que mira". Tras estas palabras mi frutita dibujó una enorme sonrisa en la cara y nos dio un gran beso a cada uno.
No nos ha vuelto a decir nada sobre el tema, no sé lo que motivó ese pensamiento en ella y que le asustaba de ello. Pero parece que sea lo que fuese, ya no le amenaza, no le hace estar triste, no le provoca pena, ni ganas de llorar.
Querida Manzanita, llegará un día en que tú seas la treintañera y yo ronde los 70, pero aún ese día, tú seguirás siendo mi niña pequeña y yo seguiré siendo la misma madre que soy hoy. Esa que os ama a ti y a tu hermano incondicionalmente, esa con la que podréis contar siempre, incluso cuando peine canas y siempre os tenderá su mano aunque esté arrugada.
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