Ser tía, después que madre



El rol de tía me llegó 5 años después de adquirir el de mamá. Cuando llegó la Fresita, el Melocotón ya tenía 5 años y la Manzanita casi 2.


Cuando mi hermano y mi cuñada me dieron la noticia de que sería tía por primera vez me emocioné muchísimo y me quedé en estado de shock, a partes iguales. Mi hermano tiene solo 3 años menos que yo, no es que fuese un niño... pero quizás esperaba que me convirtiese en tía mi hermana mayor (que me saca 2) antes que él. No por nada en especial, pero llevaba menos tiempo de relación con su novia, acababan de irse a vivir juntos, ella es muy joven (en el fondo la envidio por ello, creo que la maternidad cuanto antes mejor), realmente tonterías que nos hacen tener ciertos prejuicios, o mejor dicho, ideas en nuestra cabeza. 


Al poco tiempo, en concreto 3 meses después, mi hermana mayor me daría otra enorme sorpresa, iba a convertirme en bitía. Si ya es maravilloso esperar el nacimiento de un sobrino, ya de 2... ¡Buff!


La espera para convertirte en tía es igual de emocionante que cuando vas a ser mamá, con la salvedad de que no te vas durmiendo por las esquinas, tu tripa y lo que no es tripa no va engordando por día, no te sientes pesada y lo mejor de todo no tienes que dejar de comer jamón y caña de lomo (dos de mis grandes pasiones). Vamos que la espera para convertirte en tía es un auténtico chollo.


Mi hermana me hizo un regalo muy especial, el poder ir a una ecografía de "la peca". Era la primera vez en mi vida, después de 2 embarazos y 2 partos y muchos hijos de amigos que veía una ecografía en directo y no era yo la que estaba tumbada en la camilla. La sensación fue muy similar a la que sentí al ver a mis hijos, me emocioné, me alegré y sobre todo me preocupé por saber que todo iba bien y al comprobar que así era, me relajé. 

En octubre de 2015 llegó la Fresita. Al ser un parto programado pudimos coger los billetes para bajar al Paraíso a conocerla, ese mismo fin de semana. La noche antes apenas pude dormir, estaba muy nerviosa, solo deseaba que todo saliese bien y poder tenerla en menos de 48 horas en mis brazos. Gracias a Dios todo salió bien y mis frutitos, su papá y yo llegamos al Paraíso directos a conocerla. Los peques estaban felices ¡Al fin tenían una primita! Querían acariciarla, besarla, cogerla... 


Tres meses después, en Enero, también parto programado, pero esta vez en Sevilla nació la Morita. Se repitió la misma escena, nervios de madrugada, mañana en el trabajo pendiente del móvil, con la diferencia de que el tiempo de espera, en este caso, fue mínimo. Una hora después del ingreso ya mi morenita estaba con nosotros. Ese fin de semana todos nos fuimos para Sevilla a disfrutar de la nueva primita. Al igual que con la Fresita, el Melocotón y la Manzanita estaban emocionados, ¡No querían despegarse de ella!

Convertirme en tía, después de ser mamá, no resta ni un gramo de ilusión al hecho de adquirir este nuevo papel en mi vida. Ser tía conlleva lo maravilloso de ser madre, sin lo "más pesado" de la maternidad, y esto sobre todo lo sabes valorar una vez que ya has sido mamá.


Es más, creo que convertirte en mamá antes que en tía tiene un "extra", que tus hermanos no solo te regalan a ti un sobrino, sino que regalan un primo a vuestros hijos, y eso es muy pero que muy guay. En particular mis frutitos deseaban muchísimo tener primos, porque tenían amiguitos que los tenían y ellos llamaban primos a mis primos, pues carecían de los suyos propios. Con la llegada de sus primas, cubrieron esa necesidad y están encantados, deseosos de enseñarles todo lo que saben y compartir momentos con ellas.

Hacia mis sobrinas siento un profundo amor y cariño, ganas de besarlas y abrazarlas a cada momento. Cuando estoy con ellas quiero hacerlas reír, jugar con ellas, enseñarles cositas: palabritas, que me llamen tita (esto me obsesiona "Yo soy tita..."), que señalen las partes del cuerpo... Y os confieso (pero que no se enteren los padres) que de vez en cuando, muy de vez en cuando, me encanta darles aspitos y gusanitos a escondidas (un trocito de aspito y unos cuantos gusanitos y tienen 18 y 15 meses, tampoco pasa nada).


Pues eso, que ser tía engloba lo más chulo de la maternidad: el juego, las risas, el enseñarles cosas, el hacerlos reír, el darles caprichos... y te exime de lo más engorroso que son las rutinas del día a día (comidas, baños...). Los padres están para criar y los tíos y los abuelos estamos para malcriar, eso es así de toda la vida. Los papás educan y el resto de la familia consentimos.